Fecha de la visita: 29/11/2.013 viernes.
Teníamos pendiente conocer este local desde hacía mucho
tiempo. No sé muy bien el motivo ni si le ocurre a más gente, pero hay una
pequeña lista de restaurantes con muchas ganas de conocer a los que nunca
encontramos la ocasión de sentarnos en sus mesas. Poco a poco vamos intentando
que esto deje de suceder.
Conocí personalmente a sus propietarios, Enrique Medina e Yvonne
Arcidiacono (chef y jefa de sala respectivamente), en la última feria
Gastrónoma que se celebró en Valencia hace un par de meses. Además, tenía excelentes referencias de personas que saben muchísimo más que yo en este tema.
Al final surgió la ocasión, aunque no era mi mejor día al
haber asistido a un taller de cocina por la mañana y al finalizar el evento disfrutar
en una mesa comiendo con un amigo. Lo que se dice un día completo.
Situado en la calle Eolo nº 7 de Valencia, aquí podéis enlazar con su página web donde encontrareis información sobre su filosofía de
cocina, platos, teléfono para reservar, etc.
Disponen de carta y trabajan con menús, tanto del
día como específicos. Por ejemplo, en esta fecha estaban celebrando unas
jornadas de setas en los cuales todos los platos giraban sobre diferentes
especies micológicas. Buena carta de vinos, con especial atención a referencias alemanas debido a la procedencia de Yvonne.
Llegamos al local donde Yvonne nos acomoda en
nuestra mesa. Después de comentarlo con ella, nos decantamos por pedir cuatro platos de la carta todos
al centro, en raciones ampliadas para que los tres pudiéramos degustar la misma cantidad.
Nos gustó el detalle de decoración que había en la mesa.
Mientras ojeamos la carta nos traen el agua mineral que habíamos
pedido, junto con unas almendras y aceitunas.
El servicio de pan, nos comentaron que se lo
preparan específicamente para ellos, con aceite para mojar.
Empezamos con dos aperitivos, gentileza de la casa.
Capuchino de calabaza y hongos. Una suave crema templada con “tropezones”
en su interior.
Croquetas de pescado. Crujientes y sabrosas.
Los platos:
Salmón curado en casa con contrastes
vegetales, con crema de limón y nieve de hierba luisa. Delicado juego de
texturas y sabores.
Atún rojo del Mediterráneo con ensaladilla de perdiz. Fantástica la calidad tanto del atún como del salmón de la anterior preparación.
Carpaccio de presa ibérica ahumada,
boletus, manzana y helado de parmesano. Otro interesante plato.
Hasta este momento, tres platos donde el
ingrediente principal se presentaba en cocciones mínimas o crudas. No nos importaba, los habíamos escogido precisamente
por ese motivo.
Calamar de playa con pimientos escalibados.
Acompañado de caviar de berenjena y la sorpresa de unas finísimas láminas de
panceta ibérica bajo el pimiento. Estupendo el punto de cocinado del calamar,
así como su textura.
Luego llegaron los postres:
Helado de dulce de leche, para las dos
fans de esta crema que hay en la familia.
Sobao de pistacho sobre sopa de
chocolate blanco, crema helada y frutas del bosque. Goloso.
Los cafés llegaron acompañados de los
Petit fours: mini magdalenas,trufas, y
gominolas caseras.
Servicio de sala impecable, estupenda
atención de Yvonne, tiempo de espera entre platos perfecto, calidad de producto
superior, poco más puedo añadir como resumen final.